Proyecto Bará. Una entrevista


Proyecto Bará surgió en el año de 1994 a iniciativa de Javier Contreras Villaseñor, poeta, cineasta, fotógrafo y coreógrafo. Lourdes Fernández fue desde entonces su compañera de aventura, musa, colaboradora en cuanto a la investigación del movimiento, a la vez que el polo que dio equilibrio a su afectividad y tendencia abstracta.


Al crear Proyecto Bará, la apuesta ética/estética de Contreras fue asumir que “una práctica inteligente, complejizante de las relaciones amorosas y deseantes”, era esencial para la construcción de una sociedad habitable “por justa, gozosa, y radicalmente democrática”.


Las miradas de Javier Contreras y Lourdes Fernández penetraron de manera natural las problemáticas contemporáneas: las afectividades en las relaciones sociales, la feminidad alienada o deseante, la religiosidad y el misticismo, la explotación y la discriminación.


Como creador, Contreras apostó a posicionarse desde una postura ajena –femenina- para observar y vivir la realidad, dejando que la pasión y la vulnerabilidad hablaran a través de él. Su lenguaje resulta difícil de asimilar, por la intertextualidad de la que en ocasiones abusa, además de la función alegórica de sus imágenes. Entre sus coreografías se cuentan Duendes, luces y moradas, Casandra o una historia de febrero, El vestido de novia, La primera noche fuera del paraíso, Midat Sodom, Celebración de las miradas, Declaración y Pasión.


En tiempos recientes, Lourdes Fernández se separó del grupo, pero sigue de cerca sus pasos, ofreciendo su talento coreográfico cuando se requiere. Entre sus obras se podría mencionar Deshaciéndose uno y Deseo, ambas de corte intimista, con una postura de desafío a las roles sexuales establecidos.


Esta entrevista fue concebida como un dueto, diálogos intercalados de sus autores. Javier y Lourdes construyeron este proyecto en conjunto, por lo que priorizar alguna de las partes sería un atentado a la temática que se aborda.


Cristina Mendoza. Javier, en algún momento expresaste que Proyecto Bará fue discriminado por el medio de la danza. ¿Crees que esta discriminación pudo contener alguna razón relacionada con tu condición de varón?
Javier Contreras. No creo que la falta de reconocimiento se haya debido a una cuestión de género. Creo que tuvo que ver más bien con el hecho de que era un grupo de trayectoria atípica: co-dirigido por alguien que no se había formado en los espacios institucionales dancísticos validados y mediante la trayectoria validada (bailarín que deviene coreógrafo), y con el agravante de que sus estudios eran de literatura, cine y filosofía. Cómo un “no bailarín” pretendía hacer coreografía, auxiliado, además por una bailarina que no había querido integrarse a un grupo prestigiado, sino correr el riesgo de la autonomía. En tanto que varón, no me siento discriminado, pero de algunas, y algunos coreógrafos, sí he sentido invisibilización en tanto que “persona sin ciudadanía dancística”.


CM. ¿El hecho de que seas varón ha obstaculizado tu desempeño profesional como poeta, o como coreógrafo?
JC. Escribo y compongo coreografías como varón heterosexual amoroso y deseante, empeñado en habitar su erotismo de una manera ética, motivado por las incertidumbres y dificultades que, con respecto a esta última posibilidad, y de cara a las mujeres concretas que ama y desea, le presentan tanto las implicaciones de la virilidad tradicional como, y sobre todo, las demandas y retos de las mujeres nuevas, que lo invitan con sus desplazamientos y acciones, a construirse desde otro lugar. En el caso de la literatura no tuve reparos familiares, pero sí en el caso de la coreografía, con mi padre.


CM. El ser director de Proyecto Bará, ¿te obliga a jugar roles que no quisieras?
JC. Me desespera tener que tomar decisiones de autoridad cuando se rompen acuerdos consensados. En algunas difíciles ocasiones, me llegué a preguntar ¿para qué nos sirven las palabras?


CM. Lourdes, ¿cómo equilibraste tu relación con Javier, siendo él director de Proyecto Bará?
Lourdes Fernández. Siempre fue algo difícil para mí. Creo que los mejores momentos fueron aquellos en que supimos separar la relación de trabajo de la persona. Los principales conflictos se debieron a que yo lo percibía con una mayor exigencia hacia mí, que hacia los demás bailarines.

 

CM. Desde tu perspectiva Javier, ¿existe un dominio de lo femenino en la danza?
JC. Sí y no, o mejor, se trata de un ámbito social en el que predominan las mujeres, pero cuya lógica básica de ejercicio del poder no trasciende el patriarcado. A veces, creo que ese poder dominante se ejerce por mujeres que no cuestionan el “prestigio natural” del varón y sus privilegios y que reproducen actitudes de jerarquización e invisibilización, sobre todo con respecto a otras mujeres. Creo que “conquistar un espacio” en la danza no es muy difícil (en virtud de la lógica patriarcal descrita arriba). Lo que exige empeño ético es no aprovecharse de esa posición. Realmente me he empeñado en esto.

 

CM. ¿Ha influido tu pensamiento abstracto o racional en tu aceptación dentro del campo de la coreografía?
JC. Sí, en tanto que escudriñador teórico de la danza, no en tanto que coreógrafo.

 

CM. ¿En qué sentido dices buscar ser un varón nuevo y ver desde la perspectiva femenina?
JC. Trato de tomarme en serio la formulación feminista de que “lo personal es político” y, en consecuencia, indago cuál ha sido mi proceso de constitución como varón. No he querido simplemente heredar una tradición de virilidad, que puede darme privilegios, pero no acceso a una cabal dignidad. Y quiero sentirme éticamente digno y capaz de complejidad emociona.

LF. Mantener esta postura no ha sido fácil, porque es un empeño a contracorriente (a contracorriente de los hábitos sociales y, sobre todo, de los propios), pero ha sido enriquecedor y básicamente gozoso. Y no, no he hecho concesiones, me exijo con atención aunque, evidentemente, me he equivocado muchas veces.

 

CM. ¿Al vivir en pareja te sentiste responsable de la carga económica?
JC. Sí, admito que sí, es algo que viene en el paquete de “hombre responsable”. Pero, además de que habría mucho que pensar en torno a la valoración de los distintos aportes hechos por los integrantes de una pareja, sí reivindico la solidaridad entre amantes. Tomé decisiones propias de la pareja, fueron decisiones tomadas en común. Pero en las que correspondían al grupo, fundamentalmente debido al posicionamiento del varón en los ámbitos públicos, sí se rompió el equilibrio. Tanto de parte de las instituciones, como de los bailarines y bailarinas del grupo, era Javier quien debía tomar las decisiones. No pude trascender del todo esta lógica, básicamente la habité.

 

CM. ¿Cómo tratas a los personajes femeninos en tus obras? ¿En cuáles de ellas estableces una perspectiva definitivamente de género y mediante qué recursos?
JC. No lo sé a ciencia cierta. Creo que he viajado de “representar sus problemáticas” a indagar críticamente mis representaciones (visuales, amorosas) de las mujeres. Para lograrlo, no he eludido, sino problematizado, mis hábitos de trato y relación amorosa y deseante. Mi preocupación viene de saberse con la posibilidad de ejercer la violencia y de haberla ejercido como posibilidad de la argumentación, porque violencia no es sólo la obvia, sino también la simbólica, la afectiva, la intelectua.

LF. Recuerdo dos ideas, una de Simone de Beauvoir “los hombres usan la lógica como un arma”, y otra de Simone Weil “hay que respetar la fuerza” (es decir, hacerse cargo de que uno es capaz de violencia).

 

CM. ¿Existe un “contenido” de lo femenino en tu danza?
JC. Nuestras obras se han centrado, sobre todo, en la indagación de la complejidad de las relaciones afectivas. Y en estos trabajos lo “femenino” sería más bien el punto de vista adoptado para componerlos: el lugar “débil” desde el que es posible deconstruir las lógicas de dominio, el lugar también desde el que es posible soñar, y construir, una realidad social y afectiva nueva, dignificante y dignificada. Pienso que lo que buscamos es el lugar “no patriarcal”.

 

CM. ¿Lulú, el mundo de la danza ha producido en ti una mirada diferente acerca de lo femenino?
LF. No sé si diferente, sí determinada. Más bien el cine, la literatura y la antropología son las que me han proporcionado una reflexión y una mirada distinta. Para mí lo femenino es una construcción social en la que estoy irremediablemente inmersa. Me agrada ser mujer, pero a veces tiene sus inconvenientes.

 

CM. ¿Javier, de qué manera abordas la diferencia entre masculino/femenino en tus coreografías?
JC. Como una sombría diferencia en cuanto al acceso desigual al poder, derivado de historias social-política-afectivas que a nadie hacen libre, ni feliz, ni a quien se encuentra en posición “fuerte”, ni a quienes se encuentran en posición “débil”.

 

CM. ¿Te has preocupado por los otros géneros, además del masculino/femenino en tus coreografías?, ¿Está Proyecto Bará abierto a la diversidad de género de sus integrantes?
JC. Sí, pero muy poco. En algunas obras hemos hablado de la androginia y, sobre todo, de las variadas manifestaciones del amor y el deseo (hetero, homo, lesbi, bi). Si por géneros entendemos diferentes opciones amorosas y deseantes, sí, han estado presentes todos los géneros en el grupo. Y la mayoría no ha rechazado mis propuestas, pero a algunos sí se les ha dificultado, a veces, el recorrido, el desplazamiento.

 

CM. ¿Piensas que tus obras pueden contribuir a modificar la política de los roles sexuales establecidos?
JC. Sí, claro está que de manera mesurada. Mis obras pueden ayudar a modificar el imaginario amoroso y deseante y a hacer perceptible el gozo liberador de una ética no patriarca.

LF. Y esto puede percibirlo el espectador porque nuestros procesos de composición son también experiencias decrecimiento en el sentido de la ética amorosa que estamos buscando. Nuestras obras, en cierto sentido, son también experimentos de transformación prácticos y no sólo “representación”.

 

CM. ¿Qué pasa en Latinoamérica y en Europa del Este con la danza y las problemáticas de género? ¿Existe mayor politización al respecto?
JC. Creo que sí, a partir de que se emplea mucho el solo coreográfico enunciado desde la propia subjetividad. Vale decir, hay muchos coreógrafos y coreógrafas que se interrogan desde la perspectiva de que “lo personal es político”. En Europa del Este, lo existe pero no generalizado. Conocí el trabajo de una coreógrafa húngara, Yvette Bózsick, que trabaja esto en hermosísimas obras de grupo, en las que la lógica patriarcal, y nuestra sujeción a ella, es criticada.

 

CM. ¿Qué significado tiene para ti el desnudo?, ¿La desnudez de tus obras sorprende al público?
JC. Para mí la desnudez es la constatación de la dignidad original de lo creado. Es también el gesto de apertura radical al otro, la valiente asunción de la vulnerabilidad, y la audaz formulación del deseo de tocar y ser tocado. Y es, sobre todo, la alegría de la confianza y la transparencia (Sí, mi concepción de la desnudez tiene mucho de religioso). Solemos trabajar derrumbando la cuarta pared, para desnudar la decisión ética de estar en cueros y desnudar también la percepción no ingenua del espectador y la espectadora. Creo que el público se ha sorprendido al mirar el surgimiento de una lógica amorosa y deseante otra, a la vez, impúdica y ética, obscena y luminosa, nacida de la asunción y no de la elusión. Recuerdo el comentario sonriente de una amiga estudiante de teología “hiciste una orgía de ángeles”.

 

CM. ¿Lourdes, que te produce desnudarte en escena?
LF. Curiosamente siento una libertad maravillosa, sobre todo cuando se me da la prerrogativa de crear mi mundo y mi actuación para la escena. Curiosamente las situaciones más incómodas que he vivido han sido cuando he bailado vestida; o con la interacción con mis compañeros bailarines, o con las decisiones y las formas de tomarlas de otros coreógrafos.

 

CM. ¿Te apropias de los personajes femeninos desde la perspectiva de Javier?
LF. No era totalmente su perspectiva, porque yo también interpretaba sus indicaciones desde mí. Era quizá una mezcla de interpretaciones como en el trabajo coreográfico sucede, sólo que el espectador sí podría ver una concepción masculina de la mirada y los planteamientos temáticos.

 

CM. ¿Crees que en Declaración obra que Javier te dedicó, haya una visión nostálgica de lo femenino?
LF. Nostálgica no, tal vez utópica, más de un varón que desearía que el mundo amoroso fuese distinto, más libre según él y al mismo tiempo más relacionado con una dimensión religiosa.

 

CM. ¿Piensas que tus obras tienen una marcada perspectiva de género?
LF. Algunas de ellas sí, aunque no las haya hecho con esa intención en principio. Mi intención iría en torno a enfrentar la mirada y cuestionarla, pero creo que sólo tengo dos obras que se podrían catalogar en esa perspectiva. También me interesa cuestionar los estereotipos de la belleza. Mis planteamientos sobre el género quizá no lleguen al público, pero sí las sensaciones y reflexiones que me interesan.

 

CM. ¿Es tu coreografía intimista en el sentido de retratar a través de ti las preocupaciones de género? ¿Tu vivencia cotidiana ha provocado alguna de las obras realizadas desde esta perspectiva?
LF. Sí, creo más acertado el concepto intimista que el de género, porque todas mis obras hablan de sentimientos y no es mi preocupación central la de género. Mis vivencias cotidianas produjeron Coloreando paisajes de intimidad.

 

CM. ¿Has podido ejercer tus propios deseos como lo demuestras en tus obras?
LF. No, casi nunca.

 

CM. ¿Había alguna perspectiva de género en Deshaciéndose uno? ¿Qué sentido tenía el uso del látigo?
LF. Hay una perspectiva de género implícita, que denuncia el control que las mismas mujeres (madres, tías e incluso esposas) tienen sobre los otros y sobre otras mujeres. Este control llega a introyectarse tanto en nosotras, que luego ya ni siquiera necesitamos al otro para que nos lacere. El látigo es la materialización de ese control y esa violencia, pero me he cuestionado si realmente es necesario.

 

CM. ¿En tus obras estás abierta a otras problemáticas de género?
LF. Claro que sí. Las relaciones de competencia entre mujeres que expresé en la obra Breve estudio sobre el odio, lo significativo de los sentimientos en Coloreando paisajes de intimidad, la desesperanza en la posibilidad de encuentro total entre hombres y mujeres (próximo tema a trabajar), qué se siente ser un hombre o intentar ser un hombre en el cuerpo de mujer, mi visión de la constitución de la masculinidad, el ridículo social para las mujeres en diversas situaciones, el humor (aunque esto me es casi imposible por ahora trabajarlo como coreógrafa,) etcétera.

 

CM. ¿Crees que ésta es una preocupación que inquieta a la mayoría de las coreógrafas?
LF. No a todas pero sí a la mayoría. Cuando ves una coreografía es difícil no distinguir cuándo fue hecha por una mujer por la intensidad de lo planteado, la utilización de los bailarines…Es difícil que los coreógrafos se interesen en temas de género, pero terminan por develar su posición en las obras aún sin quererlo. Como ejemplo están algunas obras de José Rivera, alguna de Serafín Aponte y por supuesto de Javier Contreras.

 

CM. ¿Javier, consideras que la temática de género es fundamental para tu perspectiva política?
JC. Sí, porque estoy convencido que la así llamada micro-política es esencial para de veras reformular el mundo. Sin embargo, en el caso de la danza, creo que a veces, en su reivindicación del empoderamiento femenino, algunos estudios han eludido la crítica del ejercicio autoritario del poder por parte de figuras clave de nuestra danza. Y no se trataría de restarles ningún valor, pero sí de comprender mejor su historia compleja.



Celebración de las miradas. Obra de teatro de Javier Contreras.


Duendes, luces y moradas. Coreografía de Javier Contreras.


Deseo. Coreografía
de Lourdes Fernández.




Pasión, Coreografía: Javier Contreras, Intérprete: Lourdes Fernández, Duración: 8:16 minutos


Canto al deseo, Coreografía e Intérprete: Lourdes Fernández, Duración: 7:26 minutos


Yo soy Celia, Coreografía: Magdalena Brezzo, Intérprete: Lourdes Fernández, Duración: 9:18 minutos

María Cristina Mendoza Bernal Estudió la carrera de Bailarín de Concierto en la Academia de la Danza Mexicana y de Historia del Arte en la Universidad Iberoamericana. Actualmente es Maestra en Estudios de Arte e Investigadora del Cenidi-danza, donde ha publicado entre otros libros La coreografía, un caso concreto: Nellie Happee y El nacionalismo de Raúl Flores Canelo.